martes, 12 de agosto de 2014

Esteban S. Custodio Regional Centro - Oriente - México

Llegue en el año de 1983, sin deseos de vivir, desintegrado de mi familia, y gracias a que un alcohólico anónimo me visito donde estaba hospitalizado, pude dejar de beber, pude ver el calor de la fraternidad, pude integrarme y renacer en mí, los valores y el sentido de la vida. Me daba cuenta del servicio que en el grupo realizaban, sin embargo mi soberbia y egocentrismo no me permitían lavar una taza de café, asear el grupo como lo recomendaban los padrinos. Tuve que pasar muchas experiencias de dolor y vergüenza, y siete largos años para que algo renaciera en mi mente y en mi corazón, el amor al grupo; y entonces comenzará a servir una taza de café y  transmitir el mensaje a los alcohólicos que aún sufrían. 

Recuerdo muy bien cuando tuve que atender a la comunidad rural, recorrer una larga distancia en mi vehículo para visitar las comunidades de alrededor. Mi experiencia alentadora fue ver a los habitantes de aquel lugar rural, tenían que caminar 20 kilómetros para poder asistir a un grupo, a diferencia mía que tenía el grupo cerca y no quería asistir. Empece a sentir la importancia de que mi servicio era conducto de vida para todo aquel al que le pudiera transmitir el mensaje. Cabe mencionar que el grupo cuesta tiempo, esfuerzo y un poco de dinero; pero aún así las cosas han sido mejor dentro de mi hogar, dentro de mi negocio.

Por la gracia de Dios en la Conferencia XXXVI fui electo como Custodio Regional: una experiencia nueva de servicio, una experiencia que, como todo servidor, sentía ciertos temores, dudas de enfrentarme a ese nivel de responsabilidad. Debía de compartir y atender las 12 Áreas Metropolitanas, todas ellas con diferentes características, formas de pensar, pero aún así me he enfrentado al reto. No ha sido fácil, un servidor, como dice el Noveno Concepto, nunca debe de dejar de pisar el piso, siempre debe de tomar en cuenta que es un ser humano, sensible, intolerante hasta ciertos momentos como enfermo emocional, pero que pese a todo, el alcohólico tiene que sacar lo mejor de él para poder enfrentarse a la problemática, al cuestionamiento de las personas que les esta sirviendo.

Yo, con mi nuevo servicio, estoy agradecido con Dios porque sé que es un privilegio servir, y según las palabras del Dr. Bob tengo que servir a la agrupación que me salvo la vida, porque a través de seguir sirviendo y transmitiendo el mensaje estoy evitando un posible resbalón; el sentido de gratitud y la garantía de que por el día de hoy no voy a beber.

Motivo a todos los servidores, que en algún momento tengan miedo y temor de ir a un nivel de servicio estructurado, lo hagan, el miedo es natural. Los planes del Poder Superior  para nosotros, sus alegres obreros, yo lo comparo a las piezas de ajedrez en manos del Poder Superior que nos pone en el lugar y en el momento adecuado.

Creo que lo que le falta a la agrupación en cuestión de servicio es que los alcohólicos abramos nuestros corazón, nuestra mente para atender al llamado de la necesidad de que la estructura la tenemos que hacer funcionar los propios alcohólicos. Necesitamos alcohólicos con Gratitud, con Amor, dispuestos a la acción, sin esperar una recompensa, poder, prestigio y dinero, que esperen el solo hecho de que van a vivir un día a la vez para toda la vida, feliz.

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Experiencia del Boletín Apartado 29-70 - Noviembre 2002 


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